1980

Se me debió pasar el capítulo al leer "El arte de la guerra" de Sun Tzu. Ese que llevaría por título "Estudiarás el terreno antes de entrar en combate".
Ayer volví a renacer en el parque Montsouris. Coger unos patines cuando es la segunda vez que patinas en diez años, y lanzarte por las buenas en un espacio que pisas por primera vez, es lo que tiene.
"Bah, esta cuesta es poco inclinada y se acabará pronto"- pensé como un subnormal optimista.

Minuto y medio después, iba a una velocidad de doscientos nudos, esquivando a una abuela, un negrazo de metro noventa con sus cascos tronando NTM "tout n´est pas si facile tout ne tient qu´à un fil" , unos enamorados que no tienen mejor que hacer que darse el lote en medio de una cuesta, un ejecutivo hablando por el móvil, una madre con su niña y la madre del cordero.

Durante siete segundos, estuve repasando mi vida y mi relación con los siete pecados capitales.

No sé cómo carajo lo hice, pero conseguí un aterrizaje controlado tras un banco, en el bordillo de tierra, que me pareció más apetecible que el cemento. Cinco o seis metros de deslizamiento por el suelo después, con los vaqueros involuntariamente grungizados, la rodilla y el costado fornicados, me senté a fumarme un cigarrillo temblando y sonriendo como un bobo, dando gracias a la nueva oportunidad que la vida me daba.

-Oui, oui, je vais bien merci -las señoras mayores siempre se preocupan especialmente por uno, especialmente cuando podrías haber sido su nieto.




Es un placer estar rodeado en el curro de gente que tiene una planta carnívora en casa, y la llama Rocky. O que habla con el jefe en verso.
Desde aquí lanzo un sentido homenaje a la generación 1976-1980, año arriba, año abajo.
Os pido un minuto de barullo por ella.