Tuesday, April 10, 2007

Leonardo de Arco y Juana da Vinci


A pesar de que algunos cabrones impresentables tachaban la excursión de “viaje de padres”, estos cuatro días en el Valle del Loira han sido una experiencia cojonuda y una nueva ocasión para comprobar que no todos los franceses son parisinos, para el bien de esta patria. Hubo tiempo para curturizarse un poco. Para el mens sana in estómago feliz. Para pasear junto al río como Jeidis. Para embrutecerse. Hubo momentos extraños, claro, como en cualquier viaje. Pero todas las historias terminaban bien, como en una película de Lars Von Trier. Bueno, mejor dicho, terminaban bien y punto.

Un chaval un poco suicida estampó su Suzuki nueva contra el coche de Juan C. y le dio por practicar el vuelo sin motor, dejándonos a todos helados. Luego celebró con nosotros que a pesar de cargarse su moto estaba vivo y Juan C. no pensaba reparar el desconchón de la puerta del coche ante la pobre esperanza de vida de su vehículo.

Un rubiaco de metro noventa me quería llevar a su casa y me intentó meter la lengua por la oreja –Edgardo, el alter ego homosexual que Isabel me atribuye no estaba por la labor a pesar de la cerveza abundante que corría por sus venas.

El sanfernandino que llevábamos a bordo cantaba a -petición de- una morenita vendedora de Zara y su compañero de curro borrachometrosexualceloso le quería pegar, pero al final recibió la justicia infinita del Loira por sus insultos y provocaciones –a manos de otros chavales a los que también tuvo a bien insultar generosamente y que mostraron menos paciencia que nosotros pero muy buenas maneras en lo que viene a ser el arte del taekwondo.

Uno de los castillos resultaba ser una horterada repleta de muñecos apolillados de “La bella durmiente”, pero luego encontrábamos en el pueblo hermoso de al lado una sopa, unos callos y un vino cojonudos.

Y qué mejor manera de pasar el viernes santo que en una Abadía donde nos acogieron a pesar de venir de la casa de Leonardo da Vinci, ese hereje ternurito que pensaba que el hombre –si, ya: es la mujer, pero no podía saberlo todo- era el centro y medida de todas las cosas y toda esa mierda.

Me sentí zen, como en aquella excursión a Segovia con L. , J., Alí O. y compañía…
el acueducto…
el mar…

1 Comments:

At 23.11.09, Anonymous Anonymous said...

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