Pequeña receta para chuparse los dedos

El viernes pasado, Sushi, la mujer que curra conmigo, me estuvo explicando paso a paso en la cocina de la oficina como hacer quiche de espinacas y "queeeic" de aceitunas y beicon (pronúnciese queic con regustillo de -e- al final, haciéndose el entendido).
Salieron buenísimas. Gran invento, las tartas saladas.

Pero la receta que me ha marcado esta semana es mucho más sencilla (aún) y súrgió de manera accidental. Lo mejor para esa tarde-noche en la que estás leyendo, o viendo una infrapelícula en la tele, o estás tirado en la cama a punto de llegar al nirvana, y no te apetece comer, ni cocinar, pero en el fondo te apetece comer un poquito, aunque no te das del todo cuenta. Ese medio merienda medio cena que poco a poco se convertirá en cena con todas las de la ley, o irá acompañado de un guarreo posterior con galletas y colacao a la una de la mañana. Seguro que sabeis a qué sensación me refiero.

Bueno, pues la recomendación consiste en:

1)Encontrar

-rebanada hermosa del típico pan gris con cereales
-mantequilla
-aguacate en lonchas generosas
-un poquito de sal. A ser posible como la de Katrin, esa típica sal rara con polvo de varias verduras, medio bio medio no sé que leches en vinagre, que tiene cualquier súbdito de la RFA en su despensa.

2) Juntar los ingredientes

3) Hincarle los dientes al resultado

4) Juntar los labios y hacer vibrar las cuerdas vocales, haciendo mmmmmmh uau...


*alternativa: pan tostado, aceite, aguacate


Y eso es todo por hoy, negros.